sábado, 10 de abril de 2010

!! LA GUERRA ENTRE E.U.A Y MEXICO !!!

Desde su independencia en 1821, México había tratado infructuosamente de consolidar un sistema de gobierno acorde a las necesidades del país. Para 1846 ya habíamos experimentado las más diversas formas: monarquía constitucional, república federal, república central y dictadura; pero ninguna había logrado establecer un gobierno sólido capaz de superar la lucha de facciones políticas y la tremenda crisis de la economía nacional que llevaba décadas minando las posibilidades de desarrollo. La guerra contra Estados Unidos en 1846 puso en evidencia el hecho de que, después de veinticinco años de vida independiente, México seguía siendo un país inestable. Sin embargo, a la debilidad interna hay que agregar el acoso de diversas fuerzas extranjeras imperialistas que veían nuestro territorio como un espacio de oportunidad para expandir su poder: tal fue el caso de Estados Unidos. Así podríamos decir que el enfrentamiento armado entre estas dos naciones fue producto de dos factores: por un lado el expansionismo y la ambición estadounidense; y, por otra parte, las luchas entre los distintos grupos políticos en México, que no lograban agruparse en torno a un proyecto de país(1).







La cuestión de Texas
A pesar de que Estados Unidos utilizó en ocasiones medios violentos para apropiarse de territorios ajenos, tenemos que decir que, en el caso del territorio tejano, mismo que sirvió de pretexto para el inicio de la guerra, no actuó sola la ambición extrema de nuestro vecino del norte: la ineficacia y en muchos casos el oportunismo de las autoridades mexicanas también influyeron. Conscientes de la dificultad que implicaba poblar ese territorio tan lejano, el gobierno decidió vender sus tierras a los colonizadores estadounidenses. De esta forma Texas era sólo nominalmente mexicana, ya que la mayor parte de la población que habitaba ahí había nacido en Estados Unidos; y sus costumbres, lengua y religión, se asimilaban más a aquellas profesadas por los habitantes de ese país. En ese sentido, era comprensible que sus necesidades e intereses personales estuvieran por encima del beneficio y protección de la nación mexicana.
Entre los tejanos existía un gran descontento hacia el gobierno de México. Por un lado, estaban inconformes con el hecho de que la capital de la provincia a la que pertenecían estaba muy lejos y ello complicaba cualquier trámite que se quisiera llevar a cabo. Por otra parte, les molestaba que el ejército estuviera conformado por criminales convictos que habían permutado su tiempo en prisión por servir en las fuerzas armadas. Finalmente, resentían que el gobierno les exigiera convertirse al catolicismo. Estas y otras razones estaban detrás de la intención de separarse de la República Mexicana.
Por su parte, Estados Unidos había intentado comprar en diversas ocasiones el territorio de Texas; sin embargo, sus ofertas habían sido rechazadas. Así, ante la renuencia del gobierno mexicano de escuchar sus peticiones y la imposibilidad de unirse al país vecino, los tejanos decidieron levantarse en armas.
En 1836, después de una infructuosa campaña militar del presidente mexicano Antonio López de Santa Ana para someter a los colonos, Texas consiguió su independencia de México. Años más tarde buscaría anexarse a Estados Unidos, lo que provocó el inicio de las hostilidades entre ambas naciones.



Los intereses esclavistas




Además de obedecer al expansionismo de Estados Unidos, uno de los factores fundamentales que dio origen a este conflicto armado fue
la esclavitud. Los colonos de Texas decidieron separarse de la República Mexicana argumentando que la forma de gobierno centralista que había adoptado México en 1835 iba en contra de sus intereses. Sin embargo, los estudios sobre este tema han demostrado que uno de los motivos principales que los llevó a rebelarse fueron las limitaciones a la esclavitud. Incluso si el sistema federal no hubiera sucumbido, la independencia de Texas se habría efectuado, ya que lo que estaba en juego tenía más que ver con las pugnas internas de las facciones estadounidenses que con el sistema político mexicano.
Como explica el historiador Alfonso Toro: “La expansión territorial de los Estados Unidos […] a raíz de su independencia, se había realizado con asombrosa rapidez […]; pero su hidrópica sed de territorio no se saciaba, y la lucha del predominio político entre esclavistas y antiesclavistas, dio por resultado la independencia de Texas.
A mediados del siglo XIX, existían en Estados Unidos dos partidos: el del norte, que era antiesclavista; y el del sur que luchaba por lo contrario. Cada uno buscaba aumentar su poder y territorio para ejercer un control más efectivo. Cuando James Polk, representante del partido demócrata pro-esclavista, fue nombrado presidente, hizo todo lo posible para que las aspiraciones sureñas ligadas a la esclavitud doméstica fueran consumadas. Así podría decirse que la anexión de Texas a la Unión Americana en 1845 fue parte del programa expansionista y esclavista del Partido Demócrata estadounidense.



Los mexicanos a favor de la guerra




Mientras Estados Unidos consideraba que Texas era un estado soberano y por ello podía anexárselo, México todavía pensaba que formaba parte de su territorio, y en ese sentido consideró su incorporación como un acto de agresión. Aun cuando los mexicanos se percataban de la imposibilidad de defender ese territorio, tampoco querían vender lo que consideraban parte importante del patrimonio nacional. A este respecto, la opinión pública representó un peso muy importante en la toma de decisiones de las autoridades mexicanas. La asociación del expansionismo estadounidense con el racismo y la esclavitud motivó el miedo y el odio de los mexicanos, quienes vinculaban la pérdida de su territorio con la de su libertad y hasta con la extinción de su civilización a manos de los vecinos del norte. Por estas razones, el pueblo mexicano veía con desapruebo cualquier actitud moderada frente a su principal enemigo, y exigían una respuesta militar para dejar en claro que el país no aceptaría la expansión estadounidense hacia otras posesiones de México.
Por su parte, las autoridades estaban conscientes de que no sería posible realizar una defensa eficaz del territorio; sin embargo, decidieron enfrentarse con Estados Unidos porque sabían que para mantener sus posiciones estaban obligados a seguir el clamor popular. Más aun cuando el pueblo en general argumentaba que la integridad y la seguridad del país se encontraban en peligro.
Así México entró a la guerra, pero lo hizo sin una declaración formal de su parte debido a que nadie quería tomar la responsabilidad política que significaría haberlo hecho.
Para organizar el ejército se propuso llamar al servicio militar a todos los mexicanos capaces de llevar armas; organizar la guardia nacional en todos los estados y dictar providencias para proporcionarse armamento que estuviera en poder de los particulares. La ley que contenía estos puntos se aprobó en el Congreso por setenta votos contra dos, lo cual demuestra el consenso que existía por la guerra o, tal vez, el temor que causaba contravenir la opinión popular.
Sin embargo, la ocupación de Veracruz por los estadounidenses y sus triunfos militares que culminarían con la ocupación de la ciudad de México el 14 de septiembre de 1847, modificarían el sentido de optimismo. Ese mismo día el presidente Santa Anna, que había comandado a las fuerzas armadas mexicanas, renunció a su cargo y dividió al ejército. Lo cierto es que Santa Anna había llegado a un acuerdo con Estados Unidos mediante el cual se comprometía a allanar el camino a los estadounidenses a cambio del apoyo que requería para llegar al poder y mantenerse en él por lo menos 10 años:
En medio de tanto barullo ha caído como rayo en almacén de pólvora una noticia que trae el Heraldo de Nueva York y que ha circulado muy de secreto. Así se dice, bajo la fe de una carta escrita en esta ciudad, que Santa Anna ha celebrado un tratado secreto con los Estados Unidos por lo cual se obligó a abandonarles los Estados invadidos, o parte de ellos, disponiendo las cosas de manera que nuestras tropas opongan débiles resistencias, a fin de que después de varios reveses la nación se preste a celebrar la paz a cualquier manera. En premio de esto garantizan los Estados Unidos a Santa Anna la presidencia por diez años, durante los cuales se dispondrán también las divisiones territoriales de modo que fácilmente vayan agregándose a la confederación americana, hasta que su pabellón domine el continente...


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El Tratado de Paz



El 2 de febrero de 1848 los representantes mexicanos se reunieron con el comisionado de paz estadounidense para firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo. Por medio de este documento, Estados Unidos adquirió más de un millón 200 mil kilómetros cuadrados del territorio mexicano que incluían la Alta California, así como los estados actuales de Nuevo México y Arizona. A cambio México recibió una indemnización de 15 millones de dólares

Para Estados Unidos, la paz significó la adquisición de nuevas riquezas que le permitieron consolidarse en una potencia continental. Sin embargo, la anexión de tan vastos territorios y de la población que en ellos vivía tuvo consecuencias menos favorables. El debate sobre el futuro de los nuevos estados entre las distintas facciones políticas fue uno de los factores que provocaron el enfrentamiento conocido como la guerra civil estadounidense. En el caso de México el tratado no sólo implicó la pérdida de una porción significativa de su territorio, sino también el reconocimiento de la debilidad de nuestro país frente a Estados Unidos. Este fracaso militar dejó una cicatriz profunda en la sociedad. Una vez más México se encontraba en una crisis económica y política, que haría difícil el camino hacia la construcción de un proyecto nacional sólido.

!!!EL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA DE LA NUEVA ESPAÑA!!

El proceso de la Independencia de México fue uno de los más largos de América. La Nueva España permaneció bajo el control de la Corona por tres siglos. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, ciertos cambios en la estructura social, económica y política de la colonia llevaron a una élite ilustrada de novohispanos a reflexionar acerca de su relación con España. Sin subestimar la influencia de la Ilustración, la Revolución francesa ni la independencia de Estados Unidos, el hecho que llevó a la élite criolla a comenzar el movimiento emancipador fue la ocupación francesa de España, en 1808. Hay que recordar que en ese año, Carlos IV y Fernando VII abdicaron sucesivamente en favor de Napoleon Bonaparte , para después cederla a su hermano José Bonaparte , de modo que España quedó como una especie de protectorado francés.
En las colonias españolas en
América, se formaron varias juntas que tenían como propósito conservar la soberanía hasta que regresara el rey Fernando VII al trono. Nueva España no fue la excepción (encabezados por Francisco Primo de Verdad y Ramos), la diferencia es que el primer intento de este tipo concluyó con la destitución del virrey y la sujeción del Ayuntamiento de México a la autoridad directa de la nueva cabeza de la colonia (que a diferencia de Iturrigaray, no simpatizaba con la Junta). Tal situación llevó a los criollos a radicalizar su posición. Finalmente, el núcleo donde hubo de comenzar la guerra por la independencia fue Dolores, Guanajuato, luego que la conspiración de Querétaro fue descubierta. Aunque aquél 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo y Costilla se lanzó a la guerra apoyado por una tropa de indígenas y campesinos, bajo el grito de "Viva la Virgen de Guadalupe,viva Fernando VII , muerte al mal gobierno ", finalmente la revolución le llevó por otro camino y se convirtió en lo que fue: una guerra independentista.

El conflicto duró once años y distó mucho de ser un movimiento homogéneo. Como se ha dicho, al principio reivindicaba la soberanía de Fernando VII sobre España y sus colonias, pero con el paso del tiempo adquirió matices republicanos. En 1813, el Congreso de Chilpancingo (protegido por el generalísimo José María Morelos y Pavón) declaró constitucionalmente la independencia de la América Mexicana. La derrota de Morelos en 1815 redujo el movimiento a una guerra de guerrillas. Hacia 1820, sólo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la sierra Madre del Sur y en Veracruz. Por esas fechas, Agustín de Iturbide pactó alianzas con casi todas las facciones (incluyendo al gobierno virreinal) y de esta suerte se consumó la independencia el 27 de septiembre de 1821. España no la reconoció formalmente hasta diciembre de 1836 y de hecho intentó reconquistar México, sin éxito.
La ex colonia española pasó a ser una efímera monarquía constitucional católica llamada
Imperio Mexicano. Finalmente fue disuelto en 1823, cuando luego de varios enfrentamientos internos y la separación de Centroamérica, se convirtió en una república federal.



Situación económica y social del virreinato de Nueva España

Una representación de mestizos en una "Pintura de Castas" de la era colonial. "De español e india produce mestizo".
La sociedad novohispana estaba dividida en varios estamentos, cuya posición estaba condicionada por varias cuestiones. Una de ellas era su rol respecto a la posesión de los bienes económicos. Había un grupo muy pequeño de personas que controlaban la mayor parte de la
riqueza, mientras que la gran parte de la población era pobre. Los pueblos indígenas debían pagar un tributo a los españoles, y estaban sujetos a un régimen de autoridad que por ambiguo provocó numerosos enfrentamientos con españoles peninsulares, criollos y mestizos. Varios de estos enfrentamientos tenían relación con cuestiones agrarias, por ejemplo, la tenencia de la tierra y el control del agua. A lo largo de los tres siglos de dominio español hubo varios estallidos sociales en la Nueva España...La economía novohispana entró en crisis a final del siglo XVIII, período que coincide con las reformas borbónicas adoptadas por la Corona. Las reformas tenían por objeto modernizar la administración de las colonias y hacer más rentable la explotación de sus recursos, porque en Nueva España había una escasez de capitales en circulación debida al monopolio sobre la plata ejercido por los comerciantes como por la propia política financiera de la metrópoli.[8] Una parte importante de las rentas derivadas de la explotación de las colonias no llegaba a las arcas reales, sino se repartía entre distintas corporaciones de acuerdo con los arreglos antiguos entre la Corona y estos grupos.[9] La reforma afectó los intereses de las clases más privilegiadas. Al establecerse además el libre comercio entre las colonias, creció el poder económico y político de los criollos y los mestizos que comenzaron a ocupar también más espacios en la administración colonial.[10]
En las últimas décadas del siglo XVIII, Nueva España estaba en bancarrota y la razón fue la expoliación de sus finanzas por parte de la metrópoli.[11] Paradójicamente, fueron los miembros de la élite económica —muy golpeada por la política económica de la monarquía— los que apoyaron el golpe de Estado contra el virrey José de Iturrigaray en 1808, cuando el Ayuntamiento de México intentó ejercer la soberanía en ausencia del rey de España...



Revoluciones burguesas: Francia y Estados Unidos



Sin duda, dos movimientos marcaron la historia del final del siglo XVIII. Uno fue la Revolución francesa, y el otro, la independencia de Estados Unidos. Tanto la una como la otra tenían su sustento en las ideas de la Ilustración. A su triunfo, las revoluciones en Francia y Estados Unidos proclamaron la igualdad de los hombres ante la ley y dieron amplias libertades a los ciudadanos; una categoría que nacía precisamente con el iluminismo francés. Desde luego, estas ideas no eran del todo desconocidas en las colonias españolas. Se sabe, por ejemplo, que el cura Miguel Hidalgo era simpatizante de la Ilustración, y que muchos de aquellos que participaron en la Guerra de Independencia de México conocían con mayor o menor profundidad las ideas del liberalismo.



Conspiración de Querétaro


En la ciudad de Querétaro se había formado un grupo de letrados, pequeños comerciantes y militares del ejército colonial, que pretextando reuniones literarias, se reunía en una academia de la población. Este grupo es conocido en la historia de México como conspiradores de Querétaro. Entre sus miembros se encontraban el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el militar Ignacio Allende, el pequeño industrial Juan Aldama, el corregidor de la ciudad José Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez.
La Conspiración de Querétaro fue descubierta en septiembre de 1810. Los conspiradores tuvieron tiempo de prevenirse ante la intervención de las autoridades virreinales en la ciudad de Querétaro. Josefa Ortiz de Domínguez alcanzó a dar aviso a Juan Aldama del peligro en que se encontraba el movimiento independentista, al encontrarse las tropas realistas en Querétaro. A su vez, Aldama se puso en camino a
Dolores, para poner al tanto de la situación al cura Hidalgo. Apremiado por la situación, Hidalgo convocó al pueblo de Dolores, tocando las campanas de la parroquia local. Acudieron las personas, aun cuando era de madrugada, y ante ellos, Hidalgo grito ¡viva la virgen de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII¡ ¡y muera el mal gobierno!, con el que se suele marcar el inicio de la Independencia de México.






Campaña militar

La Cruz de Borgoña era un estandarte de los ejércitos Realistas, símbolo del Imperio de los Habsburgo desde Carlos I.
En la madrugada del
16 de septiembre de 1810, al grito de ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Viva Fernando VII!, Hidalgo se dirigió al presidio de Dolores, acompañado de un puñado de campesinos mal armados y peor preparados para la milicia. Puso en libertad a los presos y armó a su ejército con los escasos pertrechos disponibles en la armería local. Contaba además, con los refuerzos que pudieran proveerle Allende y Mariano Abasolo, oficiales del ejército. Acompañado de esta tropa cuya magnitud se desconoce, se dirigió primero a Atotonilco el Grande, donde tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe, que es considerada la primera bandera mexicana. Ahí nuevamente arengó a su tropa, con el grito de ¡Viva la Virgen de Guadalupe , viva Fernando VII; y prosiguió hacia San Miguel el Grande donde llegaron a reforzarlo Abasolo y Allende.
A su salida de San Miguel el Grande, la tropa insurgente seguía siendo mayoritariamente campesina. A su paso por las poblaciones del oriente de Guanajuato se sumaban a él nuevos miembros. Pero la mayor parte de los criollos no veían con buenos ojos el levantamiento de los conspiradores de Querétaro. Incluso el mismo Ignacio Allende comenzaba a ver con recelo a Hidalgo, a quién más tarde acusaría de haberse dejado llevar por la plebe. Así las cosas, el Ejército Insurgente salió rumbo a
Celaya, donde obtendría su primera victoria importante el 20 de septiembre de 1810. Enarbolando un retrato de Fernando VII, la tropa tomó la ciudad y la saqueó. En esa población, Miguel Hidalgo fue proclamado Generalísimo de América, quedando al mando del ejército por encima de Allende, que sin duda era más hábil en lo que se refiere a táctica militar. De Celaya, los insurgentes salieron con rumbo noroeste y en su camino se apoderaron de Salamanca, Irapuato y Silao. Llegaron a Guanajuato
el 29 de septiembre.






mapa de campaña militar



La ocupación y saqueo de la ciudad de Guanajuato por parte de los insurgentes fue el inicio de una serie de victorias que los llevó a ocupar ciudades tan importantes como Valladolid (hoy Morelia, que se rindió ante el temor de ser saqueada como Guanajuato[cita requerida]), Toluca y llegar a la antesala poniente de la ciudad de México: la Sierra de las Cruces. En ese sitio el ejército de Hidalgo propinó una de las peores derrotas a los realistas, pero por razones que son desconocidas, el generalísimo decidió volver a la capital de Michoacán.
A su regreso a la capital michoacana, los insurgentes fueron atacados por el ejército español, al mando de
Félix María Calleja del Rey, en Aculco. La Batalla de Aculco dejó claro que los insurgentes no estaban en condiciones para hacer frente al ejército español. Las deserciones fueron cuantiosas y fueron capturados unos seiscientos elementos del ejército insurgente, armamento de los rebeldes y otras pertenencias. Teniendo en cuenta la situación, los insurgentes se dividieron y el grueso de las tropas se volvió -con Allende a la cabeza- rumbo a Guanajuato; mientras apenas un puñado regresó con Hidalgo a Valladolid. Hidalgo pudo obtener apoyo financiero de la Iglesia y la adhesión de varios centenares de jinetes e infantes; no corrió la misma suerte Allende, que tuvo que abandonar Guanajuato con rumbo al norte para reunirse con Abasolo y Aldama en San Luis Potosí.
A estas alturas, los simpatizantes de los insurgentes ocupaban otras ciudades en todo el territorio de Nueva España. Rafael Iriarte controlaba
León, Aguascalientes y Zacatecas. Luis de Herrera y Juan de Villerías ocupaban San Luis Potosí. En Toluca y Zitácuaro estaba Benedicto López. José María Morelos ya había unido a los calentanos de Michoacán y México a la guerra; mientras que Miguel Sánchez y Julián Villagrán controlaban el Valle del Mezquital, en el norte de la intendencia de México. Guadalajara fue tomada por José Antonio Torres el 11 de noviembre de 1810, luego de haber ocupado el sur de Jalisco y la región de Colima. Las provincias norteñas como Texas, Coahuila y Nuevo León también se habían sumado a la causa insurgente.

Mural en la alhóndiga de Granaditas. Representa la cabeza de Hidalgo en una jaula.
Habiendo abandonado los insurgentes las principales plazas tomadas apenas unos días después del inicio de la guerra, éstas fueron recuperadas por el ejército virreinal. Esto ocurrió entre noviembre de 1810 y los primeros meses de 1811. El
17 de enero de 1811, los insurgentes sufrieron una escandalosa derrota, nuevamente a manos de Calleja, en la Batalla del Puente de Calderón, que los obligó a huir hacia Zacatecas. Sin encontrar apoyo en esa ciudad, los jefes insurgentes tuvieron que dirigirse hacia el norte, buscando el apoyo de las provincias septentrionales de la Nueva España.
Engañados por supuestos aliados, se dirigieron rumbo a
Monclova, aunque no sabían que esta población era el núcleo de un movimiento contrainsurgente. En Monclova se reunirían con José Mariano Jiménez, quien les brindaría apoyo para pasar a Estados Unidos. Los remanentes del ejército insurgente, a su paso por Saltillo, fueron puestos al mando de Ignacio López Rayón, quien partió rumbo al sur para refugiarse en las montañas de Michoacán. Finalmente, en Acatita de Baján, cerca de Monclova, los insurgentes fueron capturados por Ignacio Elizondo el 21 de marzo de 1811. Fueron conducidos a Chihuahua, donde los realistas fusilaron a veintidós miembros de la tropa rebelde, entre ellos Aldama, Allende, Jiménez (26 de junio), Hidalgo (30 de julio); mientras que Abasolo fue exiliado a España, donde murió en prisión en 1816. Las cabezas de estos cuatro personajes fueron colgadas en las cuatro esquinas de la alhóndiga de Granaditas.




Segunda etapa: Organización (1811-1815)


La llamada etapa de organización de la guerra independentista de México comprende los sucesos bélicos y políticos ocurridos entre el momento en que Ignacio López Rayón fue nombrado jefe de las fuerzas insurgentes en Saltillo --poco antes de que Hidalgo, Allende, y otros jefes insurgentes fueran presos y ejecutados en el norte de México-- y el fusilamiento del Siervo de la Patria, José María Morelos y Pavón. Es decir, comprende del 16 de marzo de 1811 al 22 de diciembre de 1815. Cuatro años que fueron de los más brillantes en lo que se refiere a las acciones de guerra y de posicionamiento ideológico del movimiento independentista de México..




Según esto, la Junta de Zitácuaro no difería en sus propósitos de aquéllas establecidas en otras partes de América; para quienes la existencia de estos concejos estaba justificada en la conservación de la soberanía en nombre del destronado rey de España hasta que no volviera a ocupar la titularidad de la Corona. La Junta de Zitácuaro reunió sobre todo a la élite criolla del centro de México. Contó con el apoyo de Morelos, jefe de la insurgencia en la sierra Madre del Sur. A ella se le debe el primer proyecto de constitución nacional, que no prosperó; el primer cuño de monedas propiamente mexicanas; así como los primeros intentos por lograr el reconocimiento de la comunidad internacional (intentos que iniciaron con el envío de un embajador a Estados Unidos).
En sus intentos por legitimarse frente a los jefes regionales y ganar prestigio ante el ejército realista, la Junta de Zitácuaro, o mejor dicho, López Rayón --en su cargo de Ministro Universal de la Nación, y en otras palabras, jefe de la Junta-- emprendió una serie de campañas militares que no le rindieron los dividendos esperados. A pesar de contar con el apoyo de Los Guadalupes
[19] y otros benefactores de la causa insurgente; López Rayón fue incapaz de impedir que la Junta fuera expulsada de Zitácuaro por Calleja, en los primeros días de 1812. Acto seguido, los vocales decidieron actuar cada uno por su cuenta en distintas regiones del sur de México: José Sixto Verduzco permaneció en Michoacán, Rayón se trasladó a la intendencia de México, y Liceaga se internó en el territorio de Guanajuato.
Reclamando cada uno para sí la jefatura de la Junta, los jefes entraron en una discusión que finalmente condujo a la desaparición de facto de este órgano de gobierno hacia la primera mitad de 1813. La Junta de Zitácuaro fue sustituida por el
Congreso de Chilpancingo como máximo órgano de gobierno de la nación americana. Durante el tiempo en que la Junta de Zitácuaro se tuvo que trasladar de Michoacán al mineral de Sultepec (en el poniente de la intendencia de México) sobresalió la producción intelectual de José María de Cos, cura de San Cosme, intendencia de Zacatecas. A él se debe la edición de un segundo órgano informativo de los insurgentes, impreso en una imprenta que él mismo construyó. Su pluma fue dura contra las autoridades virreinales, y en él se muestra una tendencia a la radicalización política del movimiento insurgente



Morelos y el Congreso de Chilpancingo


De Carácuaro a Chilpancingo


Campaña de Morelos.
Al igual que López Rayón, Don
José María Morelos y Pavón no era novato en las acciones bélicas de los insurgentes. Como el jefe de la Junta de Zitácuaro, Morelos también había tenido actividad casi desde el principio de la guerra de independencia, especialmente en la región de Tierra Caliente de Michoacán y México.[20] Aunque es común señalar que recibió el mando de los insurgentes luego de la captura de Hidalgo, Allende y Aldama; Morelos era en realidad un jefe militar regional, supeditado a la autoridad de la Junta de Zitácuaro. Era, por lo tanto, un subordinado de López Rayón. Sin embargo, sí es posible decir que Hidalgo y Morelos si se conocieron, aunque sólo se entrevistaron una vez en toda su vida en el pueblo de Charo, hasta donde Morelos tuvo que seguir a Hidalgo, ante su negativa de recibirlo, desde Indaparapeo.
La campaña de Morelos inició en
Carácuaro, un pueblo calentano de Michoacán. Ernesto Lemoine divide su campaña en dos partes, cuyo parteaguas es el desastre de Valladolid, donde fue estrepitosamente derrotado por el ejército realista. Antes de ese episodio, acontecido en 1813, Morelos había ganado prestigio como estratega militar (aunque no tenía ninguna formación como soldado). Pero luego de su derrota en la tierra donde nació, Morelos y su ejército fueron dando un traspié tras otro, hasta que finalmente la mayor parte de los jefes de su ejército, o bien fueron muertos en combate, o bien fueron presos y fusilados por las tropas virreinales.
Habiendo levantado en armas a Carácuaro, Morelos se internó en la depresión del Balsas y la sierra Madre del Sur, donde uno tras otro fue sumando Zacatula,
Petatlán y Tecpan a la lucha contra las autoridades virreinales. En mayo de 1811, el ejército de Morelos --en el que se hallaban incluidos los cuatro hermanos Galeana (el más conocido de ellos es Hermenegildo) su tropa de negros costeños-- tomó Chilpancingo, Tixtla, Taxco.

Juan N. Almonte. Fue hijo del cura Morelos, y jefe de Los Emulantes, en donde era compañero de Narciso Mendoza. Por azares del destino, cuando adulto formó parte del bando que combatió a Benito Juárez durante la Guerra de Reforma, y de la comisión que entregó el gobierno de México a Maximiliano de Habsburgo.
Luego de haber penetrado en el territorio de la intendencia de
Puebla, donde venció a los realistas en Chiautla, el cura de Carácuaro dividió su ejército en tres columnas. Una, al frente de Nicolás Bravo, avanzó a Oaxaca. En su camino hacia el sureste, Bravo tomó Acatlán y Huajuapan. Otro brazo, al mando de Hermenegildo Galeana volvió a Taxco. El tercer grupo insurgente, encabezado personalmente por Morelos, se encaminó hacia el valle de Puebla-Tlaxcala. Tomó Izúcar, donde sumó a Mariano Matamoros, cura por más señas, y al hijo de éste. Morelos finalmente no avanzó hacia Puebla de los Ángeles, pero siguiendo al occidente, el 24 de diciembre de 1811 conquistó la villa de Cuautla para la causa insurgente.
En febrero de
1812, Félix María Calleja --la mejor espada de Nueva España, como le habían apodado merced a sus múltiples victorias frente a los insurgentes-- fue comisionado por el virrey Vanegas para que terminara de una vez por todas con el ejército de Morelos. Desde luego que Calleja esperaba vencer con facilidad a los insurgentes, sobre todo estando en ventaja numérica y siendo los rebeldes un puñado de guerrilleros sin instrucción militar --o al menos, esto era lo que pensaba el futuro virrey de la Nueva España--. Así las cosas, inició en sitio de Cuautla; misma suerte que en la Mixteca poblana estaba padeciendo Izúcar. Para este tiempo, López Rayón y la Junta ya habían sido arrojados de Zitácuaro.
Luego de setenta y dos días de combate, ambos bandos fueron incapaces de vencer. Los realistas habían fracasado también en el intento de recuperar Izúcar, y el
2 de marzo, pudieron romper el sitio, evacuando Cuautla para evitar una masacre de civiles. En la defensa final de esa plaza de lo que actualmente es el estado de Morelos participaron también los propios habitantes de la villa, destacándose un grupo de niños llamados Los Emulantes. Este batallón infantil insurgente fue encabezado por el hijo natural del cura Morelos, Juan Nepomuceno Almonte, y formaba parte del él Narciso Mendoza, mejor conocido en la historia de México como el Niño Artillero. Habiendo desalojado Cuautla, los insurgentes se dispersaron hacia el oriente, rumbo a Izúcar y Chiautla.
Acosados por el ejército español, los insurgentes se trasladaron hacia el oriente de Puebla, tomaron la villa de
Orizaba, y se enfrentaton al ejército virreinal en las cumbres de Acultzingo, en el límite de Puebla y Veracruz. Nuevamente, el enfrentamiento no dejó un vencedor claro, y como en Cuautla e Izúcar, los insurgentes tuvieron que desplazarse, en esta ocasión hacia el sur. Luego de capturar Tehuacán, Morelos y su ejército ocuparon la ciudad de Oaxaca, donde instituyó un gobierno autónomo. El gobierno insurgente de la ciudad de Oaxaca duró de 1812 a 1814, cuando fue recuperada la población por el ejército realista. Más allá de representar la primera y única vez en que Morelos fue capaz de tomar el control de una ciudad importante, fue Oaxaca el sitio donde Morelos se delindó finalmente de la tesis fernandista de la Junta de Zitácuaro (ya establecida y moribunda en Sultepec). En Oaxaca, Morelos convoca a la formación de un Congreso Nacional con representantes electos por voto popular. La cita sería en Chilpancingo.
Con el propósito de llegar a Chilpancingo para el Congreso Nacional, el ejército de Morelos se dirige hacia la Costa Grande, y finalmente rinde el castillo de San Diego de
Acapulco, en agosto de 1813. De esta suerte, la comunicación marítima con Filipinas por el océano Pacífico quedó bajo control de los insurgentes.




Guerrero, Victoria, Mina y la guerra de guerrillas



De 1815 a 1821, la guerra de independencia se transformó en una

guerra de guerrillas. Estas guerrillas fueron dirigidas por tres ilustres caudillos: Guadalupe Victoria (cuyo verdadero nombre era Manuel Félix Fernández) en Puebla, Vicente Guerrero en Oaxaca y el español liberal Francisco Javier Mina en el centro. Los tres se ganaron la lealtad y el respeto de sus seguidores. El virrey, sin embargo, pensó que la situación estaba bajo control y declaró un indulto general a todo rebelde que dejara las armas.
Francisco Javier Mina, un héroe liberal español de la Guerra de independencia española, conoció al padre Servando Teresa de Mier en Londres y convencido por él se unió a la causa de la independencia mexicana frente al absolutismo de Fernando VII. En 1817 desembarcó en Soto la Marina y reunió un ejército que, minado por las acciones realistas y la indisciplina interna, fue derrotado a los pocos meses, y Mina fue fusilado cerca de Pénjamo.
Después de diez años de guerra civil y de morir dos de sus líderes más importantes, el movimiento insurgente estaba inerte y cerca del fracaso. Los rebeldes se enfrentaban a la dura resistencia española y a la apatía de los criollos más influyentes en la colonia. La violencia excesiva y la pasión y saqueos populares de los ejércitos irregulares de
Hidalgo y Morelos convencieron a muchos criollos de que ésta era una guerra de clases y razas, y terminaron uniéndose de mala gana al gobierno español hasta que pudieran encontrar una ruta menos sangrienta a la independencia. Fue en este punto que los planes de un caudillo militar conservador coincidieron con una rebelión liberal en España, y éstos hicieron posibles los súbitos cambios de lealtades al bando independista.
En lo que supuestamente iba a hacer la última campaña realista contra los insurgentes, el virrey
Juan Ruiz de Apodaca mandó una fuerza comandada por el realista criollo Agustín de Iturbide a vencer al ejército de Guerrero en Oaxaca. Iturbide, hijo nativo de Valladolid, se hizo famoso por la pasión con la que perseguía a las fuerzas de Hidalgo y Morelos durante los primeros años de la lucha por la independencia. Favorito entre la jerarquías de la Iglesia mexicana, Iturbide era la encarnación del criollo conservador perfecto: pío, religioso, y dedicado a la protección de la propiedad privada y de los privilegios sociales. Sin embargo, Iturbide estaba insatisfecho: carecía de alto rango militar y de riquezas.

Iturbide y Fernando VII de España

La Revolución Hispanoamericana La reacción Realista Bajo control independentista Bajo control independentista España durante la invasión francesa España bajo la revolución liberal.
La misión de Iturbide en Oaxaca coincidió con un exitoso golpe militar en España contra el nuevo monarca,
Fernando VII. Los líderes del golpe, que habían sido reunidos como una expedición militar para suprimir los movimientos independistas en las Américas, obligaron el rey Fernando a firmar la constitución liberal de 1812. Cuando las notícias de los acontencimientos llegaron a México, Iturbide las entendió como un peligro al status quo y una oportunidad para que los criollos tomaran el control de México. Irónicamente la independencia de México fue consumada cuando las fuerzas conservadores en la colonia decidieron levantarse en contra del breve régimen liberal en la madre patria. Después de enfrentarse a Guerrero, Iturbide cambió sus lealtades e invitó al líder rebelde a una junta para discutir los principios de un regenerado movimiento insurgente.
En
Iguala, Don Agustín de Iturbide proclamó tres principios o garantías al México independiente: México sería una nación independiente gobernada por un monarca europeo; criollos y peninsulares tendrían los mismos derechos y privilegios; y la iglesia católica continuaría teniendo sus privilegios y el monopolio religioso en México. Después de convencer a sus tropas que aceptaran estos principios, que fueron proclamados el 24 de febrero de 1821 como el Plan de Iguala, Iturbide persuadió a Guerrero a que unieran sus fuerzas a favor de la nueva manifestación conservadora del movimiento de independencia. Un nuevo ejército, el ejército de las Tres Garantías, fue puesto bajo el comando de Iturbide para defender el Plan de Iguala. El plan satisfizo a liberales y conservadores: la meta de la independencia y la protección de la iglesia católica hicieron posible que todos se unieran al movimiento independentista.


Acta de Independencia